Libertadores

E
n medio de la discusión sobre si la final única de la Copa Libertadores es una buena idea, lo cierto es que en Guayaquil se vivió una fiesta completa durante casi toda la semana. El partido, muy malo por cierto, terminó siendo un actor secundario para una ciudad que estuvo a la altura como anfitriona.

Del partido poco o nada se puede describir. Los dos equipos no propusieron mucho juego y estaban más pendientes de no cometer errores que de jugar. En ese contexto, la calidad de los jugadores de Flamengo se impuso con una ligera superioridad que se tradujo en el gol de Gabigol.

La expulsión de Pedro Henrique en el Atlético Paranaense condicionó la segunda parte. Flamengo decidió cuidar el partido con el balón y su rival con uno menos le resultaba imposible reaccionar.

El segundo tiempo no hubo jugadas de gol claras, pero la fiesta estaba en las gradas donde miles de brasileños junto con miles de ecuatorianos se congregaron para vivir una fiesta dentro y fuera del estadio.

El momento más épico de la final llegó cuando el chileno Arturo Vidal ingresó y sufrió el fervor del público ecuatoriano que no olvida sus 'burlas' en el caso Byron Castillo. Cada vez que tocaba el balón los silbidos eran un concierto y los gritos de "no va al Mundial" acompañaba la acústica.

Flamengo terminó levantando la tercera Copa Libertadores de su historia y los jugadores del 'Mengao' corearon en los festejos que desafían al Real Madrid, y claro, porque en este continente saben que no tienen rival y están a 'años luz' del resto de clubes. Independiente del Valle también los esperará para jugar la Recopa.